Transcurría la tarde lenta y muy serena bañada
en silencio roto solo por el ruido de una lluvia incesante; una tarde totalmente carente de emoción, así que el tedio ya instalado en ella la condujo al enciero de su habitación y de su mundo. Se derramó en su frágil ser la nostalgia consumidora que sabe desplazar la alegría; esa tarde humedeció su almohada, esa tarde la soledad la vio llorar, sintió un odio profundo hacia la humanidad; un horror de sentirse viva invadió su alma apoderándose de ella la desesperanza y la amargura, toda su existencia se volcó hacia su único mundo: su interior. Se cubrió de llanto casi interminable. Finalmente sus ojos enrojecidos cerró, el sueño su llanto disípó como la luz a la obscuridad, como el frío al calor.
Ya todo había pasado, fue una más de sus aflicciones; sabía que terminaría, todo en su vida pasaba, nada era constante ecepto aquel sentimiento que ya empezaba a tomar forma.
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